martes, 17 de julio de 2012


Al despertar.
Al despertar, abro los ojos, y lo primero que veo son las sábanas blancas rodeando mi cuerpo, mi cuerpo que se asoma por debajo de una camisa larga acostada en esa cama. Oigo mi respiración, silenciosa y muy lenta, me estiro, me doy la vuelta hacia la ventana en la cama, subo las percianas, y observo el cielo azul que se asoma. Abro la ventana. Una brisa pasa por mi cuerpo destapado. Por mi cara. Cierro los ojos, los abro. Oigo cantar a los pájaros, los observo volando. Me siento tan bien, sintiendo esa brisa y esos colores intensos en mis ojos, mi cara. Me encanta eso, ese momento por la mañana...Y en ese mismo instante, simplemente pienso que estoy feliz, que si fuera por mí me quedaría horas ahí, tirada en la cama y disfrutando del cielo inmensamente azul, y ese viento que se cuela por mi piel. Pero después hay algo mucho más fuerte que se cuela por mis pensamientos, mi mente. Y es algo tan precioso, algo que me hace realmente feliz. Alguien que me hizo adicta. Adicta a él, a sus besos, sus abrazos. Y me lo imagino a mi lado, allí, acostado a mi lado en esa cama, disfrutando conmigo de la brisa que me produce esos escalofríos. Y entonces sonrío.






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